I.- Sobre la infancia, el dibujo y la torpeza del adulto
Siempre que veo dibujos de un niño pienso: esto no lo podría hacer un adulto, ni siquiera un joven o un adolescente. Porque la relación entre la mano, el ojo y la emoción en los niños es única e inevitablemente se va perdiendo con el paso del tiempo, se va escondiendo detrás de las correcciones, señalamientos y paradigmas de lo real propias de voces adultas -padres y madres sobre todo- y de instituciones que han sido autorizadas para definir qué está bien y qué está mal en el lenguaje plástico. Nos hacen creer que tales categorías de tipo moral realmente operan en dicho lenguaje o, lo que es aún peor, que debe existir un correlato entre lo que llamamos mundo real y aquello que aparece en un dibujo o en una figura. Es muy común escuchar a un papá o a una mamá diciendo a su hijo de 6, 7 u 8 años que ese cielo verde que dibujó está mal porque el cielo es azul o que el auto no parece un auto porque no tiene puertas dibujadas en él. Por supuesto que un cielo dibujado no es el cielo ni el auto representado es el auto. La representación de la cosa no es la cosa misma. El fuego en el mundo real quema, mientras que la representación del fuego no lo hace.
II.- Sobre el término personalidad y su origen etimológico. La máscara como algo necesario.
La palabra persona tiene su origen en el término latino persōna, cuyo significado es máscara de actor o personaje teatral.Personalidad proviene de persona. Y en este sentido se puede decir que la personalidad es una máscara, esa máscara única de cada individuo. La máscara será más propia mientras más libertad tenga esa persona para modelarla, quererla, arruinarla, defenderla frente al juicio ajeno y al propio también. Sin máscara estaríamos en carne y hueso, no tendríamos mucho más para decir.
Es muy común ver a una niña o a un niño representando una escena de algo vivido o soñado. Porque hacer esa operación le permite entender, pasar la experiencia a otro registro, traducirla y poder incorporarla. Ya sea una vivencia triste o una alegre, el niño la integra a sí mismo y al mundo, la comparte y la vuelve parte de su propia manera de entender y de entenderse. Acá el dibujo muestra la personalidad del niño y a su vez la cultiva, la enriquece, subraya cosas de esa personalidad, unapersonalidad que no sólo define rasgos de carácter, sino también marca la diferencia entre un dibujo y otro. Diferencias que, si ese niño o esa niña decide ser artista cuando crezca, se seguirán notando y posiblemente seguirán siendo rasgos característicos de su trabajo.
III.- Sobre lo que dibujaban Paula y Laura y de cómo esa acción señaló un camino propio hacia el arte.
Manos redondas sin dedos
Paterns de círculos, estrellas, cruces y triángulos
Personajes femeninos que aparecen de espaldas
Personajes masculinos que dan la espalda a personajes femeninos
Juego infantil que trata del amor
Un sol, un conejo y una mariposa que lloran todos juntos
La planta arquitectónica de un lugar
Movimientos del cuerpo: fuerza, trabajo
Un príncipe que mira a una princesa, pero desde la lejanía
Una maceta en una montaña
Una sombrilla muy pequeña para un cuerpo grande
Moños voladores
La niña que mira a través de la ventana, desde adentro de la casa
Animales de varias especies, a modo de inventario
Mirada cenital detallada de un interior
Personaje de uniforme (¿científico?)
Los escenarios, situaciones y detalles en los trabajos de Laura nos hablan de una niña que explora espacios que le eran familiares. Laura pintaba en la alfombra y el piso del living de su casa. Una cercanía al lugar donde por familiaridad podía prácticamente darle un alma a cada objeto que la rodeaba. Los vínculos, los sentimientos, los objetos que miraba a diario y una niña que ya parece saber sobre las dificultades de las pasiones.
Paula pintaba en espacios donde trabajaba la mamá o bien en la escuela, que era una institución con orientación artística y donde ella pasaba gran parte del día. Una mirada sobre espacios que le son propios pero que no son domésticos. Así, disecciona el lugar, la observación es la de alguien que estudia el espacio, que estudia los movimientos. Podemos ver la estructura de una casita de cerámica, pero no sabemos cómo es su interior. Un misterio sin revelar.
Tanto Paula como Laura son artistas. Y aunque sus obras adultas no están presentes en esta muestra para observarlas, puedo decir que ese hilo invisible que une la mano, el ojo y la emoción sigue siendo muy similar al de aquellos dibujos hechos entre los 5 y los 8 años por dos niñas que imagino sentadas, acostadas, desparramadas, ensimismadas, tristes o contentas, tomando un marcador o un trozo de arcilla y creando sus propias máscaras.