Sobre la muestra «El futuro tiene la forma de una bola rehecha»
Celebrar los puentes, alertar a los viajeros (de cómo se encontraron las artes y las ciencias)
Una pregunta convoca a cognoscentes y sintientes ¿Qué sea la relación de las ciencias y las artes? Pregunta altanera o banal, convoca grandes temas y al cierre nos dejas minucias. Tal vez porque hay una dificultad en su abordaje, porque no se atiende a lo que convoca.
La pregunta no admite una respuesta biográfica al modo de ¿Qué le aportó a Pérez en sus estudios sobre la fisiología de los parásitos vacunos, sus paseos por el museo del Prado y la visita guiada muy instructiva? Posiblemente nada, posiblemente lo que le haya aportado no mueva su investigación, o posiblemente recordarlo le permita despejar algún tedio.
¿Más allá de las biografías, de las trayectorias personales? Sí ciencias y artes involucran lenguajes que nombran, que son más que la suma de hablantes, involucran operaciones materiales sobre cosas, que son más que la suma de operantes, involucran estructuras que aparean lenguajes y materiales que son más que sumas de cosas. De pronto aparece el lugar de la respuesta: objetos nombrados, objetos clasificados, objetos configurados, objetos en estructuras, objetos modelizados.
Objetos. En ellos está la respuesta. En ellos comenzamos a desandar la compleja relación de las ciencias y las artes. Los objetos, los portadores de realidad, los sustratos de toda propiedad, de toda relación. Del más mundano al más complejo, de una pelota de goma a un cerebro de homínido.
El niño recorre el camino haciendo botar su pelota sobre pisos diversos: canteros, adoquines, baldosas, asfalto. En cada golpe la pelota cambia, se aja, se deforma, pero para el niño no cambia, para él es el instrumento eficaz para ganar el partido, sobre el que ha efectuado infinidad de movidas, de pases, de gambetas. Para él esa pelota misma será la que llegue al juego de pelota.
En sí, lo llamado pelota nunca llegará a ser una bola -un ideal esférico- quedaría como un boloide, como algo que fue casi bola -con el grado de perfección que tuviera- se des-boló, cesó de serlo, y se transforma imperceptible pero inevitablemente, hasta su arrumbamiento final, en la cual la pelota -el boloide- retorna, pero con las fisuras, cesuras, hiatos. En ello, que sea más o menos bola, o lo que deje de ser en sí, es irrelevante, lo que sí es relevante es lo que el niño haga con ella.
Dos recorridos escindidos, el del objeto pelota, que nunca retorna a como fue, en un continuo de mutación perpetua de todo, y el de la pelota operada, que no cambia en sí en quien la aprovecha. En el objeto en sí, ni futuro ni pasado, en tanto cada instante agota lo que está sucediendo, en el objeto operado está todo el tiempo en tanto lo podemos operar, imaginar, proyectar, y planear donde cuando nos plazca.
Y esa escisión entre la realidad sin plan y lo operado sin realidad, exige un arbitraje que resuelva que lo que de otro modo deviene paradoja, entre lo que será puesto en el próximo juego – el futuro- y lo que nunca está como operado, la pelota real que escapa al niño. Y la facultad de creación es la única facultad que permite tender puentes entre lo escindido, ir hacia el objeto y operarlo sin tener una categoría ya establecida una representación previa acreditada.
Estos puentes creados permiten ampliar el ámbito de los objetos, obtener nuevas configuraciones y desbandar los límites instalados. Pero al cruzar esos puentes, el viajero debe seguir normas, el puente se bambolea, y debe tener cuidado, debe agarrarse bien, no acarrear mucha carga, así siguiendo las normas y las reglas precisas (¿el peer review del viajero?) salvará el abismo y llegará a su meta -el objeto.
Esa unión entre el objeto real y el objeto operado, es la unidad profunda de la experiencia y la realidad -como sistema de objetos como objeto a la mano, y como condición de toda cognición: la exploración creativa de cada posibilidad del objeto allí, la pelota, y el objeto-aquí -su cuerpo y las circunstancias.
De ese modo, en ese pequeño episodio el acceso a la pelota, se involucra dicha unidad profunda de cognición y creación simultáneas, y allí donde hay objeto, hay ya dados actos de creación del tenor de las artes.
Pues allí, en los objetos, deberemos encontrar esa unidad de artes y ciencias, que luego devendrá azarosa heterogeneidad en las biografías de los cognoscentes, y allí sí, se podrán encontrar distancias inmensas, y variaciones notables a abordar la pregunta que nos convoca. Pero allí, en los objetos abordados por los humanos en empresas cognitivas, allí la unidad es absoluta. Y por ello nos convoca a trabajarla.