2014 – Territorios conmovidos. Algunas reflexiones. Lucía Savloff

En la muestra Territorios Conmovidos, que se presentó desde el 15 de mayo hasta el 29 de junio de 2014 en el Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano (MACLA), se presentaron obras de Graciela Olio. Además, participaron como artistas invitados Marcela Cabutti, Mariela Cantú, Paula Massarutti y Gabriel Fino. La curaduría estuvo a cargo de Lucía Savloff. Lo que a continuación se reproduce forma parte del texto curatorial que acompañó a la exhibición e incluye algunas reflexiones sobre la investigación realizada para la construcción del relato curatorial de la exposición.

La muestra nació de las sensaciones que provocó en un grupo de artistas platenses lo ocurrido en la ciudad de La Plata luego de la terrible inundación del 2 de abril de 2013. Las obras de Graciela Olio, de Marcela Cabutti, de Mariela Cantú, de Gabriel Fino y de Paula Massarutti despliegan un conjunto de miradas y de poéticas diversas que nos permiten reflexionar sobre el modo en el que la fabricación de imágenes y de dispositivos artísticos participa en el proceso de construcción de la memoria colectiva.

Determinadas circunstancias constituyen un acontecimiento porque provocan un desvío en el curso de nuestra experiencia cotidiana. Movimientos tectónicos naturales o sociales desplazan las bases sobre las que nos construimos. Lo imprevisible irrumpe, golpea y, luego, abre, deja ver el fondo que había debajo de aquello que se movió. La inundación llevó nuestra atención hacia lo que habitualmente no miramos, hizo una puesta en público de nuestras fragilidades y evidenció que el modo en el que vivimos, construimos y actuamos socialmente modifica el territorio que habitamos.

Las producciones que componen esta muestra se corren del intento de representar lo ocurrido en La Plata. Conciben a la práctica de la memoria desde el campo de lo poético. De este modo, los artistas crearon obras y dispositivos que funcionan como espacios de encuentro que habilitan un diálogo en torno a lo sucedido. Como bloques de sensaciones (Deleuze, 2005) o como cajas de resonancia, las producciones establecen infraestructuras del encuentro e invitan a construir, a partir de sus vacíos de sentido, esos pequeños intersticios que brindan un espacio para completar la obra. Si la experiencia disruptiva opera como un gran hueco de sentido, el espacio de lo poético posee la capacidad de inscribir, de otorgar presencia o de hacer visible eso que se escapa al tratar de narrar lo ocurrido.

Graciela Olio armó pequeñas casas mediante planos de porcelana que recortó y unió. La casa, símbolo del cosmos, es la materialización de nuestro intento por ampararnos. Pero las casas de Olio son precarias, a veces sin techo o sin una pared; son refugios que más que cubrir un espacio interior, lo muestran. La casa atravesada por el río es una de las imágenes más aterradoras. Luego de una inundación suceden los acomodamientos, las cosas adquieren un nuevo orden, algunas se pierden, otras se deterioran. ¿Cómo seguir? La pregunta se traduce en un impulso por trabajar con lo que hay, con lo que queda, con los restos.

Los mundos se construyen a partir de mundos preexistentes y, en ese sentido, hacer es rehacer, según

Nelson Goodman (1990). Olio retoma algunas piezas de sus series Home (2010-2011) y Mil Ladrillos (2012) que en “Después de la tormenta” (2014) −la serie que formó parte de Territorios Conmovidos−, se ven atravesadas por procesos de transformación: interviene sus piezas cerámicas y ensaya operaciones que multiplican el trabajo de lo impredecible en sus formas. Sus obras se vuelven territorios de prueba en los que se experimentan encuentros con lo posible. Poner de vuelta en marcha algo que se creía acabado implica trabajar con el error, con la falla. Volver a hornear ciertas piezas cerámicas reforzó el proceso deconstructivo de las formas, al punto de que algunas ya no podían mantenerse en pie. Para ellas, Olio construyó pequeñas plataformas, soportes que sirvieron de base y que remiten a los palafitos, a esas estructuras que elevan por el nivel del agua a las casas construidas en territorios costeros o en los ríos. La estructura de sostén se transformó en metá- fora de la idea de cuidado, de resguardo del otro. ¿Qué infraestructuras políticas del afecto, del encuentro, del cuidado debemos construir para crear estrategias que nos permitan sobrevivir en este territorio multidimensionado y complejo? ¿Cómo repensar modos de vida, de trabajo, de organización y de colaboración para crear modos de vida sustentables? ¿Cómo articular acciones de participación ciudadana en la gestión de lo común, del territorio?

Documento (2014), de Paula Massarutti, es una obra que indaga acerca de la puesta a prueba de los lazos sociales que implicó la emergencia de estrategias colectivas de respuesta ante el desamparo durante la inundación. La falta de acciones articuladas y de un plan de contingencia adecuados por parte del Estado, sumado a la incorrecta comunicación de la información sobre cómo actuar frente a la emergencia, obligaron a los vecinos afectados a improvisar acciones de rescate y de auto evacuación “en un proceso en el que la sociedad civil suplió al Estado en tareas esenciales” (La Pulseada, 2014). Las formas de la solidaridad y la necesaria presencia energética del otro emergieron en acciones de rescate, de abrigo y de hospitalidad que demostraron en qué estado se encuentran los lazos sociales y las estrategias de participación ciudadana en la gestión del bien común. Dicha respuesta solidaria fue una de las cuestiones celebradas como un posible saldo positivo que dejó la inundación.

En su proyecto, Paula Massarutti partió del diálogo con los vecinos de las manzanas cercanas a su casa, creando un espacio ficcional que se estructuró en torno a la pregunta: ¿A qué estamos dispuestos a comprometernos con el otro? Su proyecto imaginó la posibilidad de elaborar un acta de acuerdo o un contrato entre vecinos mediante el cual materializar el compromiso de ayuda mutua en caso de que ocurra una nueva catástrofe. La discusión, la redacción y la firma del “documento” fueron llevadas a cabo por los vecinos convocados y por la artista. El proyecto transita el espacio entre la solidaridad espontánea y anónima y la voluntad de construcción de un compromiso duradero.

La obra Las cuatro de la tarde (2014) es una realización audiovisual en la que Mariela Cantú superpone imágenes de registro del día después de la inundación con fragmentos de un discurso poético –que relata los pasos hacia el olvido luego de una ruptura amorosa– y con audios de noticieros argentinos de otra época que hablan de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. ¿La historia se repite? Cantú intersecta los planos de la memoria personal e íntima y de la memoria de las grandes tragedias sociales. ¿Es sólo una cuestión de escala? Basura íntima, objetos desterrados, montículos que se transforman en retratos de otro desconocido. ¿Qué imágenes se construyen en la acumulación desordenada de las pertenencias de una persona cuando son desprovistas de todo valor? Cantú indaga sobre el proceso que implica cualquier tipo de duelo y se pregunta por el trabajo complejo de construcción de la memoria, con una mirada crítica puesta en la dimensión del olvido.

Gabriel Finocreó imágenes de la tormenta, del caos-germen, de un paisaje transformado en el que las estructuras y los límites se disuelven. Su obra procede por acumulación de capas, por densidades de sentido. Producidas con una paciencia infinita, requieren al espectador una actitud análoga, de mirada atenta, que busca por debajo, en el detalle, en el fragmento, en los intersticios, más allá del gesto delicado que da fuerza al conjunto. Su obra partió de la observación de las grandes montañas de basura y de mugre que poblaron el paisaje de la ciudad los días posteriores a la inundación. Fino nos invita a mirar entre líneas y su trabajo parte de la idea de que es a partir de la mezcla que lo singular adquiere existencia. Sin embargo, el signo de la mugre y de lo podrido también puede leerse como una alusión a los niveles de corrupción y de ineficacia estatal que quedaron evidenciados luego de la catástrofe, allí donde lo sucio adquiere otros sentidos. ¿Es posible encontrar belleza en esos montículos de desperdicios y de mugre en los que lo podrido y lo olvidado se encuentran? ¿Hasta qué punto podemos “mirar para otro lado” cuando se hace evidente que delegar nuestras responsabilidades y desestimar la importancia del ejercicio del control ciudadano puede poner seriamente en riesgo nuestra supervivencia?

Algunas de estas preguntas se dispararon en las conversaciones que la muestra suscitó tanto el día de la inauguración como en las visitas posteriores realizadas por grupos de distintas instituciones educativas. Pero las obras de Gabriel Fino aportan un atisbo de optimismo. ¿Podremos encontrar algún aspecto positivo en lo que pasó? ¿Qué podemos aprender de una experiencia extrema y dolorosa como

lo ocurrido durante la inundación? Dejar que el agua se estanque para ver nacer el nenúfar. Ver qué germina del caos.

La instalación ¡Mirá cuántos barcos aún navegan! (2008), de Marcela Cabutti, configura un territorio que sitúa nuestra mirada en el momento del después. Un instante que parece congelado, pero que se percibe como vibrante. La obra, en su aparente quietud, no deja de desplegar imágenes. Hay algo guardado en las huellas de su proceso constructivo, manual y metódico. Si el arte conserva, según Gilles Deleuze (2005), un bloque de sensaciones, ante este trabajo no podemos más que estremecernos por la forma en que una obra puede operar como máquina de la memoria. ¿Qué conexiones y qué recuerdos activa que nos hacen permanecer ante el paisaje construido? Asumimos, sin querer, la actitud del personaje y nos encontramos, también, en estado de contemplación. En el camino, nos volvemos paisaje, animal, nos volvemos otro y nos encontramos, de repente, jugando. La memoria que se activa es la de un cierto modo de estar en el mundo, un modo que resuena en los hilos que nos conectan con la mirada de la infancia, de la sorpresa, de la inquietud y del asombro ante la belleza del mundo.

La muestra Territorios Conmovidos suscitó una ola de profundo interés tanto en la comunidad académica y artística de la ciudad de La Plata como en el público general que visitó las salas del MACLA en el Pasaje Dardo Rocha. El espacio de las visitas guiadas que se realizaron junto con el equipo educativo del museo, con la curadora y con los artistas generó intercambios con los visitantes en los que surgieron debates y reflexiones que propiciaron la circulación de memorias y que permitieron tener acceso a las distintas repercusiones que la muestra generó. Esos encuentros revelaron la necesidad que tenían algunas personas afectadas por la inundación de poner en palabras lo ocurrido y la falta de oportunidades para construir este tipo de relatos colectivos. La gran satisfacción de haber realizado este

proyecto fue confirmar la importancia de crear este tipo de espacios de negociación y de construcción de la memoria colectiva y de revalorar el papel del arte como promotor del conocimiento.

Bibliografía

Goodman, N. (1990). Maneras de hacer mundos. Madrid: Visor.

Deleuze, G. (2005). ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Anagrama.

Fuentes de Internet

La Pulseada (2014). “El Colegio de Trabajadores Sociales adelanta su duro informe sobre la

catástrofe social”. La Pulseada [en línea]. Consultado el 12 de septiembre de 2014.

Publicado en Revista: Nimio; año 1, no.1. Facultad de Bellas Artes. ISSN: 2408-4093 Extensión: p. 35-40